Rito y Tito

Rito y Tito

Un gatito y un pajarito, no podrían ser amigos, ¿O tal vez sí?

Rito, el pajarito que no sabía volar, se sentía muy solo. Se cayó del nido apenas siendo un bebé y no supo volver. Su mamá le buscó, pero Rito ya se había marchado andandito, y no lo encontró. Desde entonces, vagaba solito por las calles.

Estaba llorando, pensando en su mamá y hermanitos, y en su nido calentito, cuando se encontró con un enorme gatito. Se dio tal susto que se quedó paralizado, mirando al gato.

          ¿Por qué me miras así, pajarito?

          ¿Me vas a comer? – le dijo Rito secándose las lágrimas.

          Y ¿Por qué iba a comerte?

          Porque eres un gato. Mi mamá me enseñó que los gatos se comen a los pajaritos como yo.

          Pero yo no soy un gato. Tan sólo soy un perrito, y nunca me gustó comer pajaritos. –dijo convencido el gatito.

          Entonces… ¿Podemos ser amigos?

          ¿Por qué no? ¿Cómo te llamas? Yo soy Tito – le contestó el gatito.

          Me llamo Rito.

          Y tú… ¿Por qué no saliste volando cuando me viste?

          Es que… – dijo Rito muy apenado- no sé volar, me caí del nido cuando era un bebé, y no he tenido nadie que me enseñe.

          Yo te enseñaré.

          ¿De verdad harías eso por mí?

          Para eso están los amigos, para ayudarse, ¿no crees?

          Pues tienes razón.

          Anda, sube a mi lomo. Te llevaré a un sitio donde puedas aprender. 

Y juntos recorrieron un buen trecho. Todos los niños que se iban encontrando por el camino, se quedaban mirando aquella hermosa escena: un precioso gatito de angora, caminando orgulloso con un pajarillo en su lomo. ¡Era digno de admiración!

 A medio camino, se encontraron con un grupo de gatos callejeros. Tito, al verles, les saludó:

          ¡Hola, amigos!

          ¡Hola, Tito! –dijeron todos- ¿Qué llevas ahí? ¿No es un “delicioso” pajarito? – dijeron relamiéndose.

          Sí, es un pajarito, pero es mi amigo, y no sabe volar. Yo le voy a enseñar.

          Pero los gatos nos comemos a los pajaritos, y tú también eres un gato ¿Cómo puedes ser su amigo?

          Siempre os digo que no soy un gato. Yo soy un perro, lo que ocurre es que soy pacífico, por eso no empiezo a perseguiros ahora mismo.

          ¡Qué, chicos! –dijo uno de los gatos callejeros- ¿Nos comemos al pajarito?

          No se os ocurrirá acercaros. Ni se os ocurra rozar a mi nuevo amigo.

 Un niño, viendo cómo se enfrentaban los gatos con el pobre gatito de angora, que llevaba un pájaro a su espalda, quiso salir en su ayuda, y buscó un enorme palo para ahuyentar a los 3 gatos feos. Comenzó a mover el palo en círculo, y los 3 salieron despavoridos.

          ¡Cada día es más peligroso comer pajarito! – farfullaban todos.

 Tito siguió su camino con Rito en su lomo, y Nico, que así se llamaba el niño que los salvó, se unió a ellos.

Llegaron al parque, donde había un gran árbol. Allí, Tito subiría a Rito a las ramas más bajas, para que aprendiera a volar.

          Rito… ¿Qué crees que soy? ¿Un gato, o un perro?

          Diga lo que diga… ¿no me comerás?

          Somos amigos, ¿recuerdas? Y los amigos, sean lo que sean, no se comen.

          Pues… eres… ¡Un precioso gatito!

 Tito agachó la cabeza, apenado porque siempre quiso ser un perro, y dijo:

          Pero… yo no quiero ser tan idiota como esos gatos.

          Tú jamás podrás ser como ellos, porque eres el gatito más lindo que jamás conocí –le dijo Rito.

 La expresión de Tito había cambiado, ahora estaba feliz.

          Anda, vamos. Sube a mi espalda. Subamos a esa primera rama. Allí aprenderás a volar.

          Pero… ¡Tengo mucho miedo! ¿Y si me hago daño?

          Eres un pajarito… ¡Tú puedes volar! ¡No te harás daño!

          De acuerdo… –le dijo Rito resignado, con un poco más de confianza, y subió encima de Tito.

 Cuando iban subiendo, Tito le preguntó a Rito si sabía porqué Nico les había ayudado a escapar de los 3 gatos malvados, y porqué estaría tan triste. Rito pensó que tal vez Nico también querría volar.

Cuando ya estaban en la rama, Nico, mirándoles, comenzó a pensar en alto y, sin saberlo, les contestó:

          Nunca me gustaron los matones. Esos 3 gatos horribles me recordaron a los 3 “matones” del cole.

 Rito y Tito se miraron y supieron qué debían hacer: tenían que ayudar a Nico. Ahora les tocaba a ellos.

Rito, tras unos cuantos intentos, y gracias al apoyo de Tito, aprendió a volar ¡Nunca antes se había sentido tan vivo!

Tito ya sabía que era un gato, y gracias a Rito estaba orgulloso de serlo.

Rito ya había aprendido a volar, también gracias a la ayuda de Tito.

Ahora, los dos tenían que ayudar a Nico.

 Al día siguiente, acompañaron a Nico al cole. En la puerta, antes de entrar, le estaban esperando tres niños. Seguro que eran los matones, pensaron Tito y Rito.

          Quedaos aquí. No podéis entrar al cole conmigo. –les dijo Nico.

 Pero el gato y el pajarito, no le hicieron caso, y siguieron adelante.

Los tres matones se miraban los puños y después la cara de Nico.

Tito se lanzó hacia ellos, bufándoles y sacándoles los dientes:

          rrrrruuuuuurrrrrrrrrrr…. ¡Dejad a mi amigo! (Ésta era la traducción).

Rito también revoloteaba alrededor de los tres niños “matones”.

           Pero… ¿Qué es esto? ¿Qué ocurre aquí? ¿De dónde han salido estos “bichos”?

 Los tres entraron corriendo al cole, y Nico no paró de reír en toda la mañana.

 En el recreo, los tres niños, como de costumbre, se acercaron a Nico, pero en esta ocasión no venían con intención de pegarle, sino de hablar con él:

          Ese gato y ese pájaro… ¿Son tuyos? – le preguntó a Nico uno de ellos.

          Digamos que son mis nuevos amigos –contestó Nico.

          Nosotros, ¿también podríamos ser sus amigos?

          No sé, preguntádselo a ellos –les dijo Nico, con una confianza nueva en su cara.

          ¿Cómo conseguiste tú ser su amigo, si los gatos son muy ariscos, y los pájaros vuelan libres?

          Tan sólo les ayudé.

 Entonces, los tres amigos malvados, que en el fondo no lo eran tanto, pensaron que tal vez no habían actuado muy bien hasta aquel momento, y le pidieron perdón a Nico.

A partir de aquel día, los tres chicos seguían esperando a Nico a las puertas de la escuela, pero para charlar y jugar con él, y con sus nuevos amigos, Rito y Tito… ¡Eran una pandilla de aúpa, y se ayudaban constantemente!

 Rito encontró el nido de su familia y, de vez en cuando, iba a visitarles.

 Un día, nuestros amigos volvieron a cruzarse con los tres gatos feos. Pero Rito ya sabía volar para entonces, claro. Y voló muy muy alto, pasó por encima de ellos, y… algo comenzó a caerles en su feo pelaje… ¿qué era?  Pues algo que solamente Rito podía hacer: enviarles el más preciado presente, al menos, el que se merecían.

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