La estrella mas brillante

La estrella más brillante

Alba iba a montar en avión por primera vez y estaba entusiasmada con la idea.

 

Era la primera vez que montaba en avión, y Alba estaba feliz. No podía creer que sus padres al fin la llevaran a Disneyland, iba a ser estupendo. Pero, lo más maravilloso de todo, era que podría ver de cerca “la estrella más brillante”, aquella estrella que Alba veía todas las noches y que, estaba segura, era su tío titón, saludándola desde el cielo.

 Alba perdió a su tío cuando apenas tenía tres años, y le dijeron que se había ido al cielo. Desde entonces, su sueño había sido subir en un avión para poder despedirse de él.

 ¡Estaba alucinando! Cuando llegó al aeropuerto no sabía hacia dónde mirar. Era inmenso, estaba repleto de gente que iba hacia todas partes, y lo de las escaleras mecánicas le encantó. El bullicio hacía que todo el recinto pareciera una fiesta. Los rótulos con luces estaban por todas partes, y se oían voces por los megáfonos, que indicaban las puertas de embarque.

 Alba portaba su pequeña maleta, donde llevaba unos juguetes y sus cuentos favoritos. Su preferido era uno de un avión que surcaba los cielos.

 Como llegaron con tiempo, pudieron dar un paseo por todas las tiendas que había. Parecía una ciudad. Se podía vivir perfectamente allí, porque no faltaba de nada.

 Llegó la hora, y anunciaron por fin su vuelo. Se pusieron a la cola. Alba estaba nerviosa, no sabía qué hacían allí. 

         Tenemos que pasar por un puesto de seguridad, donde miran por un escáner nuestras maletas, por si llevamos algún arma, y nosotros tenemos que pasar por un detector de metales. – Le dijo su madre.

         Y… ¿por qué hay que hacer eso? – Alba, a sus 6 años, no entendía porqué todo el mundo tenía que desconfiar de los demás.

         Porque no todo el mundo es bueno, hija.

         Y, ¿Por qué querría nadie llevar algo así en su maleta?

 De repente, ya habían llegado al puesto de seguridad y tenían que dejar allí sus maletas y bolsos.

 ¡Menos mal! Pensaron sus padres, ya que, muchas veces, no tenían respuestas para todas las preguntas que Alba les hacía.

 Pasaron y resultó que dentro había otra ciudad. Seguía habiendo tiendas, y, como aún tenían un rato hasta embarcar, fueron a una cafetería a tomar un vaso de leche ¡Esa cafetería era lo mejor! Desde allí se veían, a través de unas enormes cristaleras,  los aviones, parados esperando a que los pasajeros montaran.

 ¡Ya podía sentirlo! Cada vez que Alba se ponía nerviosa, tenía ese cosquilleo en la tripa.

 Estaba mirando sin parpadear los aviones a través de la cristalera, cuando oyó a sus padres:

          Vamos, Alba. O, al final, perderemos el vuelo.

 Cogió su maletita y fue corriendo tras sus padres.

 Les montaron en un pequeño autobús, y recorrieron la pista de aterrizaje. Alba iba observando todo,  le parecía fascinante. Había aviones a los que subía gente, camiones con maletas para transportarlas a los aviones… ¡Todo era movimiento! Y Alba, no hacía más que preguntarlo todo a sus padres.

 Por fin, llegaron al avión ¡Era enorme! Miró hacia arriba desde las escaleras, y pensó: – Allá voy, tío titón.

 Entraron en el avión y Alba les pidió a sus padres sentarse junto a la ventanilla. 

         Por favor, papá, mamá… ¡Quiero ver el paisaje!

         Está bien, Alba. Te dejaremos en la ventanilla.

 Las azafatas, todas con su uniforme azul, estaban guapísimas, y eran todas muy simpáticas.

 Una azafata explicaba lo más importante que debían saber los que no habían volado hasta entonces.

 Por fin, el avión, se comenzaba a mover. Alba, como todos los demás, tuvo que abrocharse el cinturón. Estaba emocionada. Las cosquillitas en la tripa no la dejaban ni sonreír.

 El avión hizo un recorrido por las pistas,  pero despacio. Después comenzó a girar y entonces, fue cogiendo velocidad. Comenzó a subir, parecía como si fueran en la montaña rusa, y … sin darse cuenta, ya estaban en el aire. Alba veía los coches, ahí abajo, y los edificios comenzaban a quedar atrás.

 Poco a poco, se iba viendo todo más pequeñito, hasta que comenzó a ver solamente nubes ¡Qué maravilla! Era lo más bonito que en su corta vida había visto.

 ¿Eso era lo que sentían los pájaros al volar?

 Pusieron una película para que la gente se distrajera y se le hiciera más corto el vuelo, pero Alba seguía tan emocionada que lo único que hacía era mirar a través de la ventanilla ¡Quería ver aquella estrella, y poder hablar con su tío! 

         ¿Por qué no te duermes un rato, Alba? El vuelo va a durar muchas horas. – Le dijo su padre.

         No quiero dormirme, papá. Quiero ver al tío titón.

 Su padre se sorprendió ante su respuesta, pero dejó a la niña, que parecía feliz.

 Pasado un rato, comenzaba a oscurecer, pero Alba se empezaba a sentir decepcionada. No se veía ninguna estrella, iba casi a desistir, y a dormirse. Le empezaba a vencer el sueño.

 Pero, de repente, vio algo brillar al fondo. Se fijó y parecía una estrella ¿Sería la estrella más brillante? ¿Estaría allí su tío titón?

 Abrió los ojos como platos y, poco a poco, aquella estrella se veía más de cerca. Casi no podía mantener los ojos abiertos de tanta luz. Al fin, consiguió distinguir una figura ¡Era su tío titón!

 ¡No lo podía creer! Era maravilloso. Al fin, había conseguido su sueño de ver, una vez más, a su tío titón. 

         Alba, me alegra que hayas venido a despedirte de mí. Yo no pude hacerlo. Sabes que te quiero muchísimo….

         Tío titón… – pero, no le salían las palabras.

         Diviértete mucho en Disneyland, y sé muy feliz. Ya sabes que, desde aquí, desde el cielo, te estoy velando todos los días, y todas las noches. Cada vez que veas la estrella más brillante, te acordarás, como hasta ahora. Solo que a partir de hoy, estarás segura de que soy yo.

 Alba no pudo más que asentir con la cabeza. Las lágrimas invadían sus ojos, y no salía una palabra de su boca. Estiró su mano, y casi pudo sentir la de su tío titón agarrándola. Su tío le dejó en su manita una pequeña piedra en forma de estrella para que se acordara de él. 

         Alba… ¡Vamos a aterrizar! – Oyó decir, a lo lejos, a sus padres.

         Menudo sueño has echado. Has pasado casi todo el viaje durmiendo – le dijo su madre.

         Pero, si estaba hablando con el tío titón…

 Sus padres se miraron a los ojos, y pensaron que nunca superaría aquello. 

         Mi vida… ¡Has estado durmiendo todo el rato! ¡Ha debido ser un sueño!

         Tienes razón, mamá. Habrá sido un sueño, pero era tan real…

 Alba no sabía si estar triste o feliz, hasta que abrió su mano derecha y vio la piedra en forma de estrella que su tío le había regalado.

 ¡No había sido un sueño, ahora estaba segura!

 El avión aterrizaba. Se habían vuelto a poner los cinturones. El cosquilleo seguía en su tripa, pero esta vez era de la felicidad que sentía por haber podido hablar con su tío.

 Ahora estaba segura de que aquella estrella, “la estrella más brillante”, era su tío, velando por su felicidad.

          Papá, mamá… ¡Vamos a Disneyland! ¡Vamos a pasarlo en grande!

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